viernes, 18 de noviembre de 2011

TOQUE FINAL


Artículo tomado de la Revista Cereza No. 29, publicación del periódico LA PATRIA.

Prohibido repetir

Fernando-Alonso Ramírez (@fernalonso)

En los años 20 tres grandes incendios golpearon la moral de los manizaleños cuando esta ciudad se consolidaba como la de más importante desarrollo en los comienzos del Siglo XX en Colombia. El primer incendio ocurrió en 1922 y mientras la ciudad seguía humeante se gestionaba traer la Ópera Bracale desde Europa, la cual debutó en agosto 12 con la obra Rigoletto.
Esta anécdota llamó la atención de la gran prensa nacional que consideraba que en esta ciudad se había perdido la razón, porque en medio de la tragedia se traía a Manizales una de las más prestigiosas compañías de la época en el mundo. Mientras muchos dormían en ranchos, se preparaban para asistir a esos actos.
Esa paradoja se repite hoy. Manizales acaba de vivir una dura emergencia por la falta del agua durante 17 días, y más en otros sectores de la ciudad. Quiero ir a las lecciones que nos deja este hechos.
El día siguiente a que Manizales se quedó sin servicio de acueducto por falta de un Plan B de Aguas de Manizales, el mismo que faltaba en el 2008 cuando así lo advirtió de esta y varias empresas del país la Superintendencia de Servicios Públicos, hubo zambra en Estoy con Manizales, grupo que promueve el Voto por la Educación de Calidad, proceso que previsto para arrancar el fin de semana siguiente y durante una semana.
La conclusión fue la misma que en 1922, tal vez ese revulsivo lo necesita la ciudad para que se vea la necesidad de alimentar el espíritu, de generar otras prioridades y demostrar que en parte lo que nos pasó por la falta de agua potable en la ciudad y que llevó al desespero tiene mucho que ver con nuestra educación. Hoy, el compromiso ciudadano para hacer de la educación lo más importante en la familia y en la ciudad es un éxito, superará todas las expectativas.
La educación tiene que ser el camino. En Manizales somos muchos los que no respetamos las laderas, no respetamos las fuentes de agua, no respetamos la naturaleza; muchos dirigentes no toman decisiones de manera asertiva o priorizando el bien público. Porque hay que decirlo, Manizales se jodió del todo cuando dejamos a un lado el humanismo y nos quedamos solo con la tecnocracia, niños bien, manejando los procesos de la ciudad.

Aprendizajes
¿Qué aprendimos de esta lección? ¿Habrá hoy quién agradezca cada mañana cuando abre la llave y sale agua? ¿Al aprender que es suficiente una olla de agua para bañarse bien sigue esperando que se caliente el agua para meterse bajo la ducha? Eso es parte de lo que deberíamos estar pensando, pero no lo hacemos o al menos no hacemos de ello una reflexión colectiva, como sociedad, que nos permita darle importancia al agua.
Durante la emergencia por la falta de agua vimos la ciudad con otros ojos, muchos la redescubrimos. Ver cómo en cada nacimiento se vio la vitalidad, cómo cada caída de agua era una esperanza para no tener que esperar el carrotanque o fue la excusa para ingeniarse maneras de facilitar la recogida del líquido, nada distinto a repetir lo que vimos en las fincas de los abuelos.
Recordé la frase en mi casa: "Hay que ir a donde los Quintana". No olvido la gratitud con esta familia en Pensilvania. Allá, arribita de la Plaza de Bolívar acudíamos muchos del  municipio cuando se iba el agua para recoger en esa casa de patio grande del nacimiento que surtía a medio pueblo en las sequías.
Manizales realmente es la capital mundial del agua, pero no por cuenta de sus dirigentes, sino por azares de la naturaleza. Viendo estas escenas, me acordé del gestor cultural Pedro Zapata cuando durante su paso por el ejercicio de planeación estratégica de Manizales 2019 donde soñaba con unas calles que las recorriera el agua por un lado de los andenes, tal como sucede en algunas carreteras.
Nadie le prestó atención, como tampoco se la prestamos a quienes en unos pocos edificios de la ciudad usaron los nacimientos para habilitar aljibes o una red interna para los baños o para el aseo. También descubrimos en esta tragedia que en donde obraron con inteligencia fueron surtidores de agua de sus comunidades.
No obstante, valdría la pena que varios de los ingenieros que tanto se molestaron con el Alcalde hagan inventario de cuántas veces han enterrado las aguas que se encuentran en sus construcciones. Los invito a que evalúen la próxima vez si vale la pena de pronto darles mejor uso a esas aguas y garantizar así suministro permanente a sus comunidades ayudándolas a abaratar costos y contribuyendo con el medio ambiente.

Un símbolo
Manizales no puede olvidar esta situación. Es necesario que se construya un símbolo que nos recuerde todos los días que somos vulnerables. Que no podemos escatimar ni aplazar decisiones que nos permitan seguir siendo una ciudad que aspire a dar calidad de vida a todos sus ciudadanos. Pienso en el proyecto del escultor Jorge Vélez, su propuesta de un barranquillo inmenso en bronce, ave emblema de Manizales, y que tal si lo ponemos sobre una fuente que nos recuerde que el agua no puede faltarnos, que esa deberá ser nuestra prioridad y una apuesta estratégica.
Otros proponen pintar los tanques de Aguas de Manizales en un proceso colectivo de catarsis en donde los ciudadanos, guiados por artistas de la ciudad, hagan una fiesta de color para exorcizar la rabia que sentimos por lo que nos pasó.
No importa qué sea, pero necesitamos recordar cada día que vivimos en territorio vulnerable y que en cualquier momento otra avalancha, otra imprevisión, otra mala decisión nos puede dejar sin agua potable, pero también que a pesar de eso seguimos construyendo un futuro. Es hora de que lo asumamos con seriedad. Por eso, al alcalde electo le pedimos que devuelva a Aguas de Manizales un gerente técnico que piense en la ciudad y recupere la confianza.
Finalmente a quienes piensan tanto en que somos unos resignados, yo les digo que sí, que es verdad, que nos falta ser críticos e innovadores, pero también que hay allí un rasgo de civilidad.
Listo, ya exorcicé, ¿ahora qué va a hacer cada uno para dejar los lamentos y demostrar que esta ciudad valga la pena, como la vale, y demostrar que por unos cuantos que nos hicieron ser el hazmerreír de Colombia, los demás no somos culpables y queremos seguir trabajando con todo por una ciudad con calidad de vida para todos? Ya votamos, ahora asumamos.
***
No mezclo aquí la tragedia de Cervantes, pues falta establecer quién tuvo la culpa. Esa situación sí que ha golpeado el corazón manizaleño. La solidaridad con todos los dolientes de quienes allí murieron. Manizales debe ser ejemplo en prevención de desastres como este, no solo pregonarlo.

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